martes, mayo 30, 2006

Carta Abierta A La Patria

Esta tierra sobre los ojos, este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles, esta noche continua, esta distancia. Te quiero país, tirado abajo del mar, pez panza arriba, pobre sombra de país, lleno de vientos, de monumentos y esperpentos, de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos, estúpido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y ring sides. Pobres negros. Te estás quemando a fuego lento y donde el fuego, donde el que come los asados y tira los huesos, malandras, cajetillas, señores y cafishios, diputados, tilingas de apellido compuesto, gordas tejiendo a dos agujas, maestras normales, curas, escribanos, centroforwards livianos, Fangio solo, tenientes primeros, coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos, bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos, secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco, contraflor al resto. y qué carajo si la casita era un sueño, si lo mataron en pelea, si usted lo ve, lo prueba, y se lo lleva, liquidación forzosa, se remata hasta lo último. Te quiero país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía.Te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña envuelto en una bandera que nos legó Belgrano, mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate con su verde consuelo, lotería de pobre. En cada piso hay alguien que nació haciendo discursos para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos. pobres negros que juntan las ganas de ser blancos, Pobres blancos que viven en un carnaval de negros. Qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca, en las chapas de zinc donde el río se frota, en la Plaza de Mayo, donde ronda la muerte trajeada de mentira. Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking, vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga: tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas, tango, coraje, puño, viveza y elegancia. Tan triste en lo lo más hondo del grito, tan golpeado en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia. Pero te quiero, país de barro y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga, no te metas, quévachaché, dale que va, paciencia. La tierra, entre los dedos, la basura en los ojos, ser argentino es estar triste, ser argentino es estar lejos, y no decir mañana porque ya basta con ser flojo ahora. Tapándome la cara, me acuerdo de una estrella en pleno campo, me acuerdo de un amanecer de Puna, de Tilcara de tarde, de Paraná fragante, de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos quemando un horizonte de bañados. Te quiero país, pañuelo sucio, con tus calles cubiertas de carteles peronistas, te quiero sin esperanzas y sin perdón, sin vuelta y sin derecho, nada más que de lejos y amargado. Y de noche.

Julio Cortázar.-

viernes, mayo 19, 2006

Angustia...

Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad. Pero esta vez te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización mental, al primer juicio de negación. Como un color gris que fuera el dolor y fuera el estómago. Y casi a la par (pero después, esta vez no me engañás) se abrió paso el repertorio inteligible, con una primera idea explicatoria: "Y ahora vivir otro día, etc." De donde se sigue: "Estoy angustiado porque… etc."
Las ideas a vela, impulsadas por el viento primordial que sopla desde abajo (pero abajo es sólo una localización física). Basta un cambio de brisa (¿pero qué es lo que la cambia de cuadrante?) y al segundo están aquí las barquitas felices, con sus velas de colores.

Julio Cortázar - Rayuela
Cáp. 67

miércoles, mayo 10, 2006

Única Sabiduría

Lo único que sabemos
es lo que nos sorprende:
que todo pasa, como
si no hubiera pasado

Silvina Ocampo.-

domingo, mayo 07, 2006

No soy yo

No soy yo quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.

No soy yo quien pasa la lengua entre los labios,
al sentir que la boca se me llena de arena.

No soy yo quien espera,
enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.

No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.

Oliverio Girondo, en "Persuasión de los días"