lunes, noviembre 28, 2005

Mujer En Su Ventana

Ella está sumergida en su ventana
contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
Todo fue consumado en su destino,
definitivamente
Inalterable desde ahora
como el mar en un cuadro,
y sin embargo el cielo continúa pasando con sus
angelicales procesiones.
Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;
allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos,
blancos, como si nada,
y alguien en cualquier parte levantará su casa
sobre el polvo y el humo de otra casa.
Inhóspito este mundo.
Aspero este lugar de nunca más.
Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la noche.
-¿O acaso será un dios que cae agonizando
sobre el mundo?
Pero nadie lo ha visto, nadie sabe,
ni el que va creyendo que los lazos rotos nacen
preciosas alas,
los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
aunque cada pisada clausure con un sello todos los paraísos prometidos.
Ella oyó en cada paso la condena.
Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil
mujer en su ventana,
la simple arquitectura de la sombra asilada en su piel,
como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio,
un adiós,
hubieran sido el verdadero límite,
el abismo final entre una mujer y un hombre.


Olga Orozco.-

martes, noviembre 22, 2005

Para Ir

Siéntate a ver el día
mira que gusto da, ver el rayo justo
donde empieza la avenida
Descálzate en el aire... para ir.
No lleves ni papeles; hay tanta gloria allí, que al final
nadie tiene un sueño sin laureles.
Que tu cuerpo, al menos esté limpio...para ir.
Córrete hasta el espacio, quiero que sepan hoy, qué color es
el que robé cuando dormías.
Ya móntate en el rayo...para ir.

Luis Alberto Spinetta.-

lunes, noviembre 14, 2005

*

De nuestros miedos nacen nuestros corajes,
y en nuestras dudas viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian otra realidad posible,
y los delirios otra razon.
En los extravios nos esperan los hallazgos
porque es preciso perderse para volver a
encontrarse.




Eduardo Galeano.

sábado, noviembre 12, 2005

Hoy Estoy Triste, Estoy Triste

Hoy estoy triste, estoy triste.
Alegre estaré mañana.
Lo que se siente consiste
en cosa que siempre es vana.

Sea lluvia, sol, pigricia,
todo influye y nos transforma...
en el alma no hay justicia
ni en la sensación hay forma.

Una verdad cada día...
un mundo por sensación...
Estoy triste. Tarde fría.
Mañana, sol y razón.

Fernando Pessoa.-

miércoles, noviembre 02, 2005

Las Olas (fragmento admirable)

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido o cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías.
Virginia Woolf...