jueves, mayo 03, 2007

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(...) Ahora empezaría a reprochárselo, a desmontarlo poco a poco hasta que no quedara más que lo de siempre, un agujero donde soplaba el tiempo, un continuo impreciso sin bordes definidos. "No hagamos literatura", pensó buscando un cigarrillo después de secarse un poco las manos con el calor de los bolsillos del pantalón. "No saquemos a relucir las perras palabras, las proxenetas relucientes. Pasó así y se acabó. Berthe Trépat... Es demasiado idiota, pero hubiera sido tan bueno subir a beber una copa con ella y con Valentín, sacarse los zapatos al lado del fuego. En realidad por lo único que yo estaba contento era por eso, por la idea de sacarme los zapatos y que se me secaran las medias. Te falló, pibe, qué le vas a hacer. Dejemos las cosas así, hay que irse a dormir. No había ninguna otra razón, no podía haber otra razón. Si me dejo llevar soy capaz de volverme a la pieza y pasarme la noche haciendo de enfermero del chico." De donde estaba a la rue du Sommerard había para veinte minutos bajo el agua, lo mejor era meterse en el primer hotel y dormir. Empezaron a fallarle los fósforos uno tras otro. Era para reírse.

Julio Cortázar.
Rayuela - Cáp. 23

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